Amado Alonso Picón SJ

  • Profesión: Espiritual y profesor de religión en F.P.
  • Estancia en el Centro: 1968 – 1982

[…]

La colaboración del campamento con seglares: Jesús del Pueyo, que en paz descanse, y que no solo estaba implicado él, sino toda su familia apoyando con sus coches, gestiones gratuidad…; un dato que significa la atracción y el compromiso, es que al día siguiente del nacimiento de su primera hija, se incorporó al mismo. Otros profesores igualmente en gratuidad, cariño y dedicación fueron Ángel Pérez de Blas, Antonio Velasco… y no digamos nuestro fiel amigo y compañero el Hermano Prado que continuó de cocinero entregando sus vacaciones y su persona durante más de 30 años, Susi Gómez y otros tantos…

Una obra no la hace una persona sola, acaso ilumina el trayecto y entusiasmo, ciertamente en La Rioja la incorporación de la gente generosa no faltó.

[…]

Como entonces vivía en la Residencia y desde allí llevaba otras obras con jóvenes, estos muchachos/as de la Escuela, estaban invitados a participar en ellas: marchas y salidas al campo, baile, actividades culturales como teatro, charlas… pero el Campamento fue donde su afluencia estuvo más acusada, y después de unos años, este pasó a ser una obra dependiente de la Escuela.

Tenía la particularidad de ser un campamento de obreros y para obreros, con chicos/as a partir de los 17 años. Se realizaba en los parajes de La Rioja, en la zona de Cameros. Al principio había que hacerlo con los permisos y personal del Frente de Juventudes y de la Sección Femenina, después llegamos a acuerdos y el jefe, aun siendo de la OJE participaba más de nuestras ideas, era un profesor de la Escuela, Jesús del Pueyo del que ya hemos hablado, también gente de la casa fueron monitores y buenos colaboradores.

En este campamento aún seguimos viéndolo como tarea educativa, aunque en otra provincia, ya que las exigencias administrativas referidas al Medio Ambiente en esta comunidad son más exigentes. Y aún nos sentamos en aquellos bancos que hizo Pérez de Blas con sus hijos, en esos talleres, de forma totalmente gratuita…

Entonces como ahora lo más característico del campamento es la unión de todos, adultos y jóvenes en una tarea de convivencia y comunicación continua, codo a codo entre la teoría y la práctica, compartiendo las alegrías y los sinsabores de la convivencia. ¡Cuántos ratos buenos, cuánto frío, aguas y risas…!

Luego venían las charlas y las asambleas de la noche y todas estas experiencias que iban fraguando la persona que más adelante producirá frutos de mayor tolerancia y compromiso…remodelar, formar el criterio…

En esta amistad y armonía se mezclaban distintos estratos sociales: chicos del Hogar Provincial, con estudiantes, obreros, chicos/as en situación familiar difícil, con otros de ambientes más cuidados… en cierta forma la juventud tenía la oportunidad de romper la línea que separaba estas diferencias sociales porque eran tiempos de compartir lo que cada uno era, sin máscaras.

Tengo también el recuerdo de que en el último año que estuve, la Escuela participó en integrar el Club Aster en el Centro y así se hicieron obras que mientras se concluían, los domingos se bailaba en el tránsito; ya estaba rematado el bar (que lo ocuparon después las máquinas de administrativo) pero entonces me destinaron a otros lugares y con otros jóvenes.

[…]